Hermosillo, Sonora, 14 de junio de 2019. Con gran éxito, la organización Escritores de Sonora, A. C. (ESAC) presentó la obra y trayectoria del escritor Rubén Meneses Jiménez, quien nació en Sahuaripa, Sonora, pero es hijo adoptivo de San Luis Río Colorado, según explica Silvia Teresa Manríquez, al dar a conocer ayer por la noche, los datos biográficos del autor homenajeado.
Este acto, que forma parte del ciclo de presentaciones denominado ESACartelera, se llevó a cabo en la Sala de Usos Múltiples del Departamento de Letras y Lingüística de la Universidad de Sonora, y la presentación de la obra del autor indicado, estuvo a cargo de la escritora, periodista, conductora y locutora, Silvia Teresa Manríquez, y del escritor Ignacio Mondaca Romero, quien es presidente de ESAC en el estado de Sonora.
En el desarrollo de la presentación, después de que Emilio Robles Burgos hizo la introducción al evento, al dar la bienvenida a la nutrida concurrencia, intervino Silvia Teresa Manríquez, quien comenta que irá intercalando aspectos digamos “oficiales” de la biografía el autor, “con apreciaciones personales, que creo interesante compartir para conocer y entender la personalidad y la trayectoria de Rubén”.
En efecto, Silvia Teresa, dice de Rubén Meneses Jiménez, que nació en Sahuaripa, Sonora, “de allí el amor y la preocupación por la naturaleza”, pero que “San Luis Río Colorado disputa con todo derecho el honor de nombrarlo hijo adoptivo”.
Asimismo, que sus primeros estudios los hizo en SLRC, después viajó a la Ciudad de México a estudiar la preparatoria y la carrera de químico. Luego, en la fronteriza ciudad, estudió la carrera y se convirtió en profesor de español. Más tarde vino la maestría, a la que le siguió el doctorado en Hermosillo, en la Unison. Actualmente es profesor investigador en las áreas de comunicación y literatura en la Universidad Estatal de Sonora, en San Luis Río Colorado.
Comparte que a Rubén Meneses Jiménez le gusta la música, compone e interpreta, “de hecho dice que por la música llegó a la poesía”, afirma Silvia Teresa, quien agrega que es narrador, poeta y dramaturgo. Ha actuado y dirigido teatro. Es compositor e intérprete en los géneros de Rock y Blues. Fue músico fundador y líder del grupo de Rock Lucrecia.
De igual manera, Silvia Teresa Manríquez detalla la siguiente información biográfica de Rubén Meneses Jiménez:
“Es integrante de ESAC desde hace mucho tiempo. Dice que admira a sus integrantes porque unen los esfuerzos individuales para hacer mucho trabajando en un solo objetivo, el de vincular escritores y lectores.
“Y él, que admira el trabajo de esta agrupación, su agrupación, hace lo mismo en su ciudad, en las Jornadas Binacionales Abigael Bohorquez, 28 ediciones.
“Y esto me recuerda que ha sido periodista. Cuando regresó de la Ciudad de México, por entonces DF, tenía la oportunidad de un buen trabajo. Inició muy joven en aquel periódico que fundó en SLRC , Don Ángel Retano, con quien le tocó formar la Sociedad de Escritores de San Luis, junto con Baldemar Barrios Matrecitos.
“Con Darío Galaviz inició las primeras Jornadas a principios de la década de los noventa, mismas que en su primera edición estuvieron dedicadas a don Baldemar Barrios.
“Rubén es testigo, participe, hacedor de la cultura en SLRC, y Sonora. Porque empezó prácticamente de cero a armar lo necesario para tener mucha cultura en su ciudad.
“Es testigo y protagonista de cómo su quehacer y de quienes lo han acompañado, hoy es ejemplo para las y los jóvenes, que ya trabajan con disciplina, en una actividad literaria y cultural bien conformada.
“De su poesía y narrativa, dice que trata de combinarlas, “por salud mental”.
“Inició escribiendo canciones, de hecho (como mencioné antes) llegó a la poesía a través de la música, con la intención de mejorar las letras de sus canciones.
“Le gusta abordar problemáticas sociales, ahondar en el comportamiento de los personajes, los ubica en situaciones de crisis, habla de cosas que ve o imagina, solucionando su necesidad de decir, de contar, de existir como parte del riguroso proceso literario, con el poder de las palabras en sus manos. Ganándole tiempo a la cotidianidad para seguir creando.
“Ha publicado alrededor de 6 libros.Sombras de vuelo (poesía, 1994), Bluesin´ (poesía, 1998), Pídele a Dios que te toque buena muerte (ensayo y cuento, 2002), Give me one penny (novela, 1996 y 2007), Que nadie me llame cobarde (novela, 2010) y Muro de noviembre (poesía, 2014) y El hermano de Haydn (cuento).
“Ha sido ganador del Concurso Nacional de poesía Anita Pompa de Trujillo en 2011; el Premio del Libro Sonorense 2009, género novela. Primer lugar en el Concurso Estatal de Poesía CESUES-2005. Primer lugar en el I Concurso Regional de Crónica: Ecos del Desierto en 1995. Primer lugar en el Concurso de la Canción 1995, entre otros premios.
“Ha sido reconocido por su contribución a la narrativa contemporánea y por su labor como promotor cultural por la Universidad Autónoma de Baja California Sur (2002); por el Consulado de México en Yuma (2010) y por el Ayuntamiento de San Luis Río Colorado (2015). El Gobierno del Estado de Sonora, a través de la Feria del Libro de Hermosillo, en 2015 le rindió un homenaje por su trayectoria como escritor.
“Su obra ha sido publicada en las revistas: Luvina, Oído Sordo, Cultura Norte, El Cocodrilo Poeta, Blanco Móvil, Solar, Lúdika, entre otras.
“Ha sido columnista en los periódicos: La Crónica de San Luis. Semanario Al Norte; La Raza, Periódico Semanal y Semanario La Prensa; Colaborador en el Suplemento Cultural Ecos del Desierto del Diario El Independiente, y director fundador del Suplemento Cultural del Semanario Horizontes.
“Miembro fundador de la Sociedad de Escritores de San Luis Río Colorado, de la Asociación de Escritores y Promotores de Cultura, A.C. y Miembro de Escritores de Sonora, A.C.
“Fue director general de la revista literaria Papel y la editorial del mismo nombre (1992-2001). Es Coordinador General del encuentro anual de escritores: Jornadas Binacionales de Literatura Abigael Bohórquez”. (Fin de la cita).
Por su parte, Ignacio Mondaca Romero, al hablar de la obra y trayectoria de Rubén Meneses Jiménez, expone lo siguiente:
“La novela de Roberto Bolaño Los detectives salvajes ganó por unanimidad en 1998 el premio Herralde. En esta novela Sonora es un espacio donde transcurre una parte de la trama. El espacio en las últimas 55 páginas (de 609 en total) transcurren en esta entidad. Uno de los personajes, Cesárea Tinajero, poeta experimental, anuncia a sus amigos que ha decidido abandonar el DF. Uno de ellos, Amadeo Salvatierra, le pregunta a dónde irá:
“No me lo va a decir, pensé, así es Cesárea, no va a querer que yo sepa. Pero me lo dijo:
“A Sonora, su tierra, y me lo dijo con la misma naturalidad con que otros dan la hora o los buenos días. ¿Pero por qué, Cesárea, ¿le dije? ¿No te das cuenta de que si te marchas ahora vas a tirar por la borda tu carrera literaria? ¿Tienes idea de la clase de páramo cultural que es Sonora? ¿Qué vas a hacer ahí?
“Existe la idea de que Sonora siempre ha sido un páramo cultural. Hacia mediados de los años veinte, fecha en que Cesárea Tinajero decide regresar, Sonora tenía menos de un cuarto de millón de habitantes. San Luis Río Colorado, la tierra adoptiva de nuestro escritor invitado, ni siquiera existía y Hermosillo apenas rebasaba los 19 mil habitantes. La entidad era un gran desierto con comunidades que apenas despuntaban por los cuatro puntos cardinales. Pese a la adversidad geográfica, por entonces se había desarrollado una enorme actividad musical, estaba en boga la creación de bandas y orquestas de música; y contábamos con un acervo de composiciones musicales que aún hoy resulta sorprendente.
“Por entonces ya se había escrito aquí la novela Los bribones de Lázaro Gutiérrez de Lara y en Sonoyta, lo más desértico del desierto, Gumersindo Esquer escribía los últimos capítulos de Campos de fuego, su célebre novela. En Guaymas, Alfonso Iberri era ya una celebridad local por su poesía y crónicas de la ciudad.
“Tal vez con lentitud, a fuego lento, la literatura de Sonora se ha abierto caminos para guardar testimonio de las dificultades que encierra vivir y progresar en esta geografía inhóspita. Emma Dolujanof, Armida de la Vara, Abigael Bohórquez, Leo Sandoval, Miguel Méndez, Gerardo Cornejo y Guillermo Munro, entre otros, fueron sembrando sus semillas en el páramo.
“Poeta del desierto, de la frontera, del río Colorado, Rubén Meneses pertenece a esa casta cuyos ojos miraban con agudeza cómo la humedad humana va abriendo el camino entre la arena. Hablaré de dos de sus novelas: Gimme one penny y Que nadie me llame cobarde.
“En el relato “La frontera” de Gimme one penny, Meneses captura el paradigma de la frontera, el talante de la migración, el migrante y la migra. Leo un párrafo:
“Se acercaron los perros. Alborotan el polvo. Le tiran mordidas al viento. Ladran. Son dos perros: uno café, otro blanco. Llegan los perros. Me enseñan sus dientes. Babean los perros. Me agarra el perro café. Me agarra. […]
“Son los años sesenta. Gimme one penny es una novela escrita desde los ojos del migrante, ese que observa en un incipiente San Luis, Río Colorado los rasgos distintivos de los pueblos fronterizos: la Zona Roja y el glamour de las candilejas y las vedettes dispuestas al espectáculo; las “curios”, tiendas de artesanías mexicanas que se aglomeraban alrededor del emblemático paso fronterizo de la aduana; la plaza de toros, siempre llena de gringos que no podían desatar su adrenalina en su tierra y venían a presenciar el desparramo de sangre sobre la arena. El “otro lado”: dos tiendas, dos “marketas” y una tienda de ropa que fiaba a los mexicanos, siempre visitadas.
“Gimme one penny es una novela construida sobre los mosaicos quebradizos del trajín fronterizo. Echa mano de las contorsiones del habla, los avatares del idioma en boca de personajes que no distinguen los límites entre el inglés y el español, y que van creando sin proponérselo, porque las lenguas no piden permiso, el dialecto chicano, el del pocho, el spanglish, el del gringo que arrastra la erre y otras consonantes cuando intenta hablar en español. […]
“Hablaré ahora de Que nadie me llame cobarde, novela con la que Rubén obtuvo el premio del Concurso del Libro Sonorense en 2009.
“Esta novela se desarrolla en otra frontera: Tijuana. Aparecen aquí, decorando el escenario, los infaltables antros, las maquiladoras, el narcotráfico de los años 90s, y la banalidad de personajes que se mueven en el pulso de la ajetreada ciudad.
“Pero aquí, Rubén Meneses ha decidido recurrir a la comedia. El narrador es un conversador juguetón, lleno de curiosidades y sorpresivos giros del lenguaje. El personaje principal, el químico Tomás Saldívar produce “lastima o temor”, confiesa el autor en el prólogo, porque esta novela tiene un prólogo. Sin embargo, durante la lectura del prólogo podemos darnos cuenta de que es parte del pacto de diversión que busca enganchar a quien decida meterse en la novela. Aunque dicho prólogo es firmado por el autor, pareciera que quien habla es el narrador juguetón que Meneses ha escogido para llevar el relato. Advierte:
“Yo estuve, podemos decir, muy cerca de él, durante un cierto lapso, donde me tocó convivir y conocerlo más o menos a fondo; es decir, lo que alcanza uno a entender y descifrar de otra persona, mejor quizá que su familia y amigos. La mayor parte del tiempo no me caía bien. Y es que era un poco petulante y a veces grosero; pero sus chispazos de ingenio y signos de sensibilidad me daban la esperanza de que su alma pudiera tener salvación (…) Era (o es), la verdad, un tipo mediocre, como lo somos casi todos…”
“Este narrador juguetón cuenta la historia de Tomás con la peculiar característica de nombrarlo siempre de manera distinta y con un tono casi familiar. Tomás es también Tommy, Tomates, Toméis, Tomátzin, Tom, Tomillo y varios etcéteras que terminan por ganar la simpatía del lector.
“Novela escrita en 31 capítulos, todos con título de canciones que nos llevan por un hit parade de los sesenta a los ochenta, seleccionado por el autor, narra el divertido periplo de un químico farmacéutico, joven, casado y con hijos, que labora en una empresa de cosméticos desde donde planea escalar y realizarse. Entre tragos de licor, tarros de cerveza, antros de segunda fantasías románticas y hoteles de paso, Tomístocles y sus amigos y amigas van de conquista en conquista, de sexo en sexo, buscando sentido a su vida rutinaria que transcurre entre su anodina relación marital y los sinsabores de su actividad laboral, donde florecen los celos profesionales, las zancadillas y los coqueteos.
“Su sueño juvenil de encontrar reconocimiento a su labor de investigación científica encuentra de pronto un inesperado camino: Tomás Saldívar, ahora ya químico prestigioso en la ciudad es secuestrado por un grupo de narcotraficantes, cuyo jefe desea utilizar sus conocimientos químicos para crear una novedosa droga psicotrópica.
“Rubén Meneses, el autor, pone en juego sus propios conocimientos sobre química, porque debemos saber que Rubén estudió primero para Químico. De modo que con total naturalidad despliega en boca de Tomás Saldívar conceptos como síntesis química, extracción de elementos, clorhidratos, alcaloides prototipo, fenantirenol, matraces Erlenmeyer de 250 ml, amén de libros especializados de química que cita con conocimiento de causa. El resultado: una superdroga sintética que, habiéndolo ingerido por accidente, hace sentir a uno de los perros de los secuestradores como el famoso Supercán.
“No es propio contar el final de una historia como esta. Lo dejo aquí, invitándolos a que lean esta divertida novela”, finaliza su intervención, Ignacio Mondaca Romero.
Habla el autor
En la última parte del acto, hace uso de la palabra el propio escritor sonorense Rubén Meneses Jiménez, quien anticipa que hablará no del qué sino del cómo, es decir cómo se convirtió en escritor en el desierto, siendo químico y con un buen trabajo, sin embargo, confía a los asistentes, que en la Ciudad de México su vida transcurrió, en gran medida alrededor de la cultura y de la música, de donde obtuvo la necesidad de escribir.
Meneses Jiménez, en forma amena, clara y sencilla, relata las dos influencias que más contribuyeron a tomarle el gusto a la narración, las cuales ubica en San Luis Río Colorado. La primera se refiere a la experiencia que tuvo, junto con “diez chamacos”, que se reunían todas las tardes con un señor llamado Eleuterio, que venía del sur, y que les contaba historias muy fascinantes que absorbían su atención de niños, pues siempre dejaba pendiente algo para contar el día siguiente.
La otra vivencia la hace consistir, en lo que le aprendió a un señor que vendía enciclopedias, cuya imagen se le quedó muy grabada, porque incluso en nuestros días dice que existe uno en San Luis Río Colorado que se dedica a los mismo, que tiene un compañero que es como su “Sancho Panza” que, entre otras tareas, le carga el maletín al citado vendedor de enciclopedias.
También recordó el hábito que adquirió con la lectura de comics, que compraban y se intercambiaban las familias en San Luis Río Colorado, así como el llamado Libro Vaquero, “ya sin imágenes”, por lo que “esa parte fue muy importante para leer”, de manera que, a los once años, leyó Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
En este aspecto, reconoce que todo lo que antecede lo llevó a buscar nuevos libros, y finalmente a abandonar su trabajo (bien pagado) para dedicarse a la literatura, aunque no lo abandonó del todo, porque se había casado, de donde se derivan las responsabilidades propias del referido estado civil.
El autor subraya además la importancia de la soledad y de la música en su vida, revela que utiliza el baño para escribir, relata sus primeras enseñanzas para aprender a escribir en los talleres de la Casa de la Cultura, y se expresa con admiración de su maestro Darío Galaviz.
Concluye sus comentarios, con la lectura de su poema “A un envase de cerveza”. (José Guadalupe Montaño Villalobos).