Ningún profesor ha volado tan alto como Plutarco Elías Calles. Nadie como él ha ocupado tantos puestos gubernamentales. Primero fue comisario en Agua Prieta, luego gobernador de Sonora y después presidente de México. Antes, fue oficinista, gerente, agricultor, cantinero y hasta superviso escolar, además de General.
Calles nació en Guaymas en 1877, pero con apenas 4 años quedó huérfano de madre, y sin padre por abandono de su progenitor. Con tan hondos vacíos, llevó una infancia tupida de extravíos e inconsistencias escolares: ausentismo, conducta desalineada y calificaciones de bajo mérito. No obstante, salió avante y hasta se graduó como profesor de primeria.
Inició la primaria en Guaymas, pero la dejó prematuramente. Después fue a la escuela de don Benigno López y Sierra, en Hermosillo, donde “se distinguió como alumno inteligente y aplicado”, señala un biógrafo suyo; pero no dice de dónde sacó el talento y aplicación del alumno huérfano, que hizo considerarlo un niño prodigio.
Don Benigno era un fuereño radicado en Hermosillo. Lo suyo era la enseñanza; tenía fama de buen educador y erudito consolidado. Con él, Calles terminó su primaria y se graduó de maestro. En 1893. se estrenó en la Escuela “Porfirio Díaz”, donde antes estudió. Un año después, enseñó en el Colegio Sonora. Luego trabajó en una escuela de Guaymas, donde también enseñó en una nocturna y fue inspector de escuelas. Además, escribía temas educativos en la “Revista Escolar”, de la que era jefe de redacción y coeditor, junto con su director Fernando Dworak.
Cierto que su vida de profesor fue corta; pero vertiginosa y exitosa; escaló casi todos los puestos escolares. Con el triunfo revolucionario, exploró otros ámbitos de la esfera pública, el de ejecutivo. En 1911, fue designado Comisario de Policía en Agua Prieta, cuya gestión fue pródiga en mejoras educativas, reflejadas en nuevas instalaciones y contratación de maestros idóneos, con formación pedagógica.
Francamente pocos funcionarios hacían tanto por las escuelas públicas. Contrario al comisario Calles, otros daban guerra a los maestros, descarrilaban sus proyectos y hasta los cesaban arbitrariamente. Un comisario fue señalado de tolerar al maestro, porque a menudo se embriagaban juntos, descuidando ambos la enseñanza de los menores de su jurisdicción. Una maestra denunciaba que los niños desertaban para emplearse en la Mina Juárez, con apenas 10 años de edad, sin que el comisario se opusiera, pese a las restricciones legales correspondientes que debía hacer cumplir.
En Cumpas, un vecino protestó por el cese arbitrario del profesor Manuel Guerrero, que era buen educador y bien portado, opinaba el quejoso. Otro más, acusaba al munícipe de Fronteras de perjudicar a la escuela, cobrando una licencia de baile, que la maestra y educadas preparaban en bien del destartalado local.
En 1915, Calles asumió el cargo de gobernador provisional y pronto se abocó a socorrer el ramo educativo, por ser “la base más firme de la verdadera democracia”. Con su programa “Tierra y libros para todos”, se echó a cuesta poner escuelas en todos los pueblos del estado, incluyendo los de 50 familias y hasta en los “que se cuente siquiera con 20 niños de ambos sexos”. Asimismo, dispuso abrir escuelas nocturnas para adultos de ambos sexos.
También quiso abrir dos escuelas normales: una para señoritas y otra de varones, pero al final del día, sólo consiguió una para ambos géneros, con un internado anexo y becas para alumnos destacados previamente, “por su talento y laboriosidad”. Además, presionó a los dueños de minas y haciendas, para sostener escuelas en sus dominios, y mandó abrir en cada cabecera municipal “una biblioteca pública, o cuando menos un gabinete de lectura”.
Pero donde más se empeñó fue en la fundación de una escuela técnica, con internado anexo, para huérfanos de la revolución, que inició funciones provisionalmente en un caserón del clero, previamente expropiado con base en la política de intervención de bienes de enemigos de la revolución triunfante.
En 1923, tres años después de la insurrección de Agua Prieta, que acabó hasta con la vida de Carranza, y uno antes de que terminara el gobierno de Álvaro Obregón, Plutarco lanzó su candidatura presidencial para el periodo 1924-1928 y, pese a la contra campaña del clero, triunfó espectacularmente, con más de un millón de votos que los de su oponente.
Como candidato prometió llevar escuelas, preferentemente, a las comunidades rurales de todo el país. Su expectativa era establecer cada año1000 primarias rurales que, si bien no parecía una gran hazaña, dado el persistente déficit abrumador, lo cierto es que cumplió su promesa de campaña sobradamente, pues al término de su gestión sumaban cerca de 5000; 1000 más de prometidas cuatro años atrás. Así, el extinto presidente dio un paso más en la reformulación de la política educativa, cuya agenda anteponían las necesidades escolares rurales a las del mundo urbano, en contraposición al gobierno anterior al de la revolución.
Por último, Calles tomaba muy a pecho la educación popular y llevarla hasta las comunidades remotas fue un compromiso que honró con creces. Además de favorecer su propagación, reflexionaba y escribía en la prensa sobre problemas de enseñanza y factores asociados. También le gustaba recordar en voz alta sus días y desafíos, tanto de maestro como de mandatario estatal.
En su correspondencia privada, la Escuela Industrial “Cruz Gálvez” aparece reiteradamente como tema de conversación; incluso sostenía intercambio epistolar con maestros y alumnos del también internado para huérfanos de la revolución, que era una de sus pasiones mayores y el primero de su tipo en el país, decía su perseverante creador.
Hermosillo, Sonora, 27 de enero de 2021