El 5 de febrero de 1917, Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, promulgó la Constitución Política Mexicana, que aún rige el destino nacional; contempla viejos anhelos de justicia social y aspira a una convivencia armónica, con paz, equidad y bienestar; además, aboga por los derechos humanos de todas las personas.
Todo eso, pese al desaseo de la clase política neoliberal, con que hicieron centenares de reformas lesivas a su espíritu original, entre ellas enajenar bienes como el petróleo, minas, tierras y aguas que, a la luz de su contenido original, constituyen un invaluable patrimonio para el desarrollo nacional, cuyos usos y beneficios son atributos propios del pueblo mexicano.
Desde su promulgación, se topó con reacciones encontradas: unos celebraban su proclamación; prometían respetarla y observar su aplicación; en tanto otros, los machuchones, caciques, clericales y testaferros pusieron el grito en el cielo, la maldijeron y hablaron pestes de ella; organizaron sabotajes y se propusieron descarrilarla; no obstante, salió adelante; libró su primera batalla, sin raspaduras ni enmiendas que lamentar entonces.
Quizás uno de los primeros éxitos, fue la aplicación del articulado relativo a la defensa del territorio y soberanía nacional. El mismo día que entró en vigor, se dispuso la salida del país de los soldados gringos, que luego de haberlo invadido alegando protección para sus connacionales, salieron rumbo a su lugar de origen, lo que deja claro el espíritu nacionalista y la vocación por la no intervención extranjera en los conflictos internos, principios que defiende el gobierno de la 4T, con AMLO a la cabeza, ferviente devoto del “alma nacional” y de la autonomía de las naciones.
Si bien la Constitución de 1917 ha sido reconocida como uno de los frutos más fecundos de “la gran Revolución Constitucionalista”, ésta no estaba en ninguno de los planes revolucionarios ni figuraba entre las reivindicaciones de los insurrectos; ni siquiera había voces entre los disidentes que pusieran en entredicho la validez de la Constitución liberal previa (1857), y menos había quien pidiera su derogación y suplantación por otra de nueva manufacturación.
De hecho, lo que encontramos en la base del descontento social es el deseo de su vigencia y cumplimiento pleno, cuyas distorsiones motivaron la lucha cívica y armada. A modo de ejemplo, el Partido Liberal Mexicano, con Ricardo Flores Magón y los profesores Librado Rivera y Antonio Villareal a la cabeza, llamaron al pueblo a luchar contra el despotismo porfirista, motivado por los atropellos a la Constitución; por su uso y desuso convenencieros.
Madero, en su histórico Plan de San Luis, también dejó entrever afinidad con la Constitución de 1857 y abogó por su vigencia plena. Carranza fue más allá en su defensa, tanto que justificó su Plan de Guadalupe en las violaciones al orden e instituciones constitucionales. Calles no haría la excepción, pues al asumir el cargo de gobernador provisional de Sonora, en su programa de gobierno, expedido el 4 de agosto de 1915, explicó a sus conciudadanos que el gobierno de su cargo “velará por el respeto a los derechos del hombre”, tomando como ejemplo el ideario de los constituyentes de 1857.
Como se ve en esa mirada a vuelo de pájaro, no hay nada que impugnara la validez de la Constitución de 1857 y planteara la urgencia de una nueva carta magna. Por el contrario, lo que la evidencia indica es una ferviente defensa de ella, al grado de tomar las armas para reponerla.
Sin embargo, al final del día las posturas evolucionaron y predominaron las más radicales y progresistas, que consideraron necesario formar un nuevo constituyente y echarse a cuesta la elaboración de una nueva constitución, que elevara a rango de ley suprema las conquistas políticas, económicas y sociales de la revolución triunfante.
Por eso y más, en mi opinión, debemos recordar y celebrar hoy su aniversario número 104, pero no con vítores ni sombrerazos, propios del patrioterismo hueco, sino conociendo su contenido, respetando su mandato y, sobre todo, denunciando a los que pasen por arriba de ella, cuidando sean sancionandos y que nunca más lo vuelvan hacer.
Hermosillo, Sonora, 5 de febrero de 2021.