Hermilia era una humilde maestra que ingresó al magisterio en plena adolescencia. Tenía firmes inquietudes políticas e intelectuales: deseaba volar alto, escalar profesiones, hacer vida pública e impulsar la participación política de las mujeres.
Pero todos sus anhelos se estrellaron con una sociedad intolerante, en la que gobernantes, instituciones, códigos y demás poderes fácticos, se confabularon para frustrar sus sueños. Sin embargo, no se rindió ni claudicó en su lucha por una sociedad incluyente, en la que las mujeres contaran tanto como su contraparte de género.
Con esos antecedentes, y el Día Internacional de la Mujer como telón de fondo, la cámara legislativa acordó incluir en su Muro de Honor a la extinta profesora Hermilia Galindo Acosta, cuyo nombre fue inscrito en letras de oro, en un acto de reconocimiento a su histórica lucha por la igualdad entre los géneros, con énfasis en los derechos políticos, códigos civiles, paridad educativa e intervención en “la cosa pública”.
Pero quién fue Hermilia; de dónde salió; cuál fue su perfil y contribución histórica; porqué si era profesora nunca me hablaron de ella en mis añorados años de normalista. Ahora lo verán, aunque sea de manera panorámica.
Sin haber ocupado por la vía electoral nunca un escaño en las cámaras legislativas; incluso ni en los congresos feministas paralelos a la revolución, la maestra Galindo fue nombrada “La Primer Mujer Congresista”, distinción que otorgó el presidente Adolfo Ruiz Cortines en 1953, justo cuando decretó el derecho al voto femenino, que era una de sus principales reivindicaciones políticas.
La historia de Hermilia es muy parecida a la de otras profesoras de su generación. También ella descendía de familia humilde; nativa de una comunidad que recuerda las antiguas haciendas porfirianas, dominantes en el emporio agrícola de Durango.
Tuvo algo de escuela, probablemente hasta cuarto de primaria, aunque también fue a una escuela industrial, donde tomó cursos prácticos para emplearse en algún oficio remunerado, como el de oficina, por ejemplo, en el que saber taquigrafía y mecanografía era indispensable, y en ambas disciplinas ella tenía buen dominio.
Huérfana de madre desde los tres días de nacida; con apenas 13 años cumplidos, Hermilia ingresó al magisterio con un perfil dudoso. Sin diploma ni estudios pedagógicos previos, daba clases particulares a niños de primaria, cuyos padres pagaban unos cuantos pesos por instruir a sus hijos, cuya raquítica paga de algo servía para encarar las penalidades de subsistencia.
Tiempo después, se le vio dando clases en una escuela de enseñanza mercantil; probablemente enseñaba teneduría de libros, aritmética comercial o mecanografía, que eran materias básicas en esa formación práctica, y sobre esta última asignatura, según evidencias disponibles, Hermilia tenía sobrados dominios desde tiempo atrás.
Hermilia era de ideas liberales y veneraba a los héroes de la Reforma. Tenía roce con sujetos que profesaban ese credo y participaba con ellos en ceremonias cívicas. En marzo de 1909, se le vio en un acto conmemorativo convocado por devotos del Benemérito, que reunidos en un espacio público recordaron su natalicio, con un discurso mordaz y elogioso a la vez, que exaltaba al extinto presidente liberal, al tiempo que impugnaba al dictador Porfirio Díaz.
Entonces las autoridades acordaron censurar dicho discurso, prohibiendo su difusión impresa más allá de la concurrencia que asistió al evento citado; pero fracasaron ante la osadía de Hermilia, que “tomó en taquigrafía la pieza oratoria” y consiguió que fuera de dominio de otros públicos.
Así, la intrépida e insumisa profesara iniciaba su lucha contra viajas restricciones políticas y prejuicios sexistas, tras la ilusión de echar abajo el régimen autoritario; promover los derechos políticos femeninos, la paridad de género ante las leyes y propiciar su inclusión en los asuntos de interés público.
Desde su juventud fue una mujer de mente abierta, valiente y de armas tomar. En plena revolución, con 15 años cumplidos, se adhirió a un club político a fin a la causa constitucionalista. Con esa membresía, tocó a ella pronunciar el discurso de bienvenida a Carranza, quien entraba con la frente en alto a la ciudad de México, tras la renuncia del presidente espurio Victoriano Huerta, en 1914.
Entonces la maestra se ganó la confianza del jefe revolucionario y formó parte de su personal de confianza. Fungió como secretaria particular y propagandistas de sus ideales políticos y sociales, por lo que andaba de un lugar a otro organizando clubes, foros y conferencias.
Era buena para el verbo, hablaba con enjundia y gustaba incluir en sus discursos referencias sobre Juárez. Además, tenía buena pluma y escribía textos militantes de diferentes géneros narrativos, como artículos periodísticos, ponencias y libros.
En ellos fijaban su posicionamiento político; rechazo a la discriminación femenina, a los prejuicios ideológicos contrarios a la mujer y abogaba por un cambio radical, que trastocara las normas civiles, instituciones políticas y el sistema educativo. Todo eso, para que hubiera piso parejo, que la voz femenina también contara y la libertad a decidir su destino se respetara.
Hermilia, con 20 años cumplidos y aún soltera, estaba comprometida con el bloque carrancista y servía como propagandista de sus ideales revolucionarios, a la vez que sostenía que la revolución debía abanderar la causa femenina y hacer justicia a las mujeres casadas, que vivían en desventaja jurídica con respecto los esposos.
Advertía que no tenían derechos en el hogar, ni siquiera podian gobernar o educar a sus críos. No decidían sobre sus propios bienes ni podían administrarlos; estaban indefensas ante el mal manejo de su patrimonio por parte de los cónyuges para ellas.
También eran excluidas de cualquier asunto público; no podían celebrar legalmente contrato alguno, y cuando perdían al esposo, la viuda debía consultar a las personas designadas previamente por su extinta pareja, pues en caso contrario perdían derechos sobre sus huérfanos.
También defendió el divorcio y la responsabilidad compartida de los padres, así como la igualdad y objetividad educativa. En 1916, levantó su voz en los congresos feministas de Yucatán, auspiciados por el gobierno revolucionario de Salvador Alvarado.
Entonces reprochó al clero sus afanes en contra de la causa feminista. Luego planteó la legalización del divorcio; cuestionó el culto al machismo y pidió una reforma educativa, que introdujera la enseñanza sexual; además reivindicó el sufragio femenino, todo lo cual desató un alud de opiniones dividida, cuyas propuestas quedaron como asignaturas pendientes.
Ese mismo año, propuso al Congreso Constituyente de Querétaro, que incluyera en las deliberaciones para formar la nueva Constitución, el tema del sufragio femenino, pero fue ignorada hasta por quienes fueron de su mismo bando revolucionario.
Poco después, desafiando los cánones electorales se le vio como candidata a diputada, sin reconocimiento formal, cuya votación resultó sorpresivamente favorable, pero los jueces comiciales descalificaron su triunfo alegando razones de género.
Para 1920, tras la muerte de Venustiano Carranza, de quien era ferviente adherente y vocera de su confianza, Hermilia se retiró para hacer vida privada y formar su propia familia.
Tres décadas después, cuando ya rondaba los linderos de sus últimos días de vida, por fin vio coronar uno de los sueños más caros de su lucha, el derecho de las mujeres a votar y ser votadas para puestos de elección democrática.
Por eso y más, en mi opinión, hizo bien la cámara legislativa decretar que su nombre de pila quedara escrito para la posteridad, como un ejercicio de memoria histórica, que ayudará a no olvidar sus aportes o reveses; su proeza, convicción revolucionaria; pero sobre todo su huella en la lucha por otro mundo mejor, más parejo, sin estigmas de género, en el que hombres y mujeres convivan en plena paz.
Hermilia Galindo en el billete de mil pesos
Cabe mencionar, que el Banco de México presentó y puso en circulación el billete de 1,000 pesos el 19 de noviembre de 2020, en el que informa en el sitio web https://www.banxico.org.mx/billetes-y-monedas/billete-1000-pesos-familia-.html que en el anverso del mismo se representa el proceso histórico de la Revolución en México con el presidente Francisco I. Madero, Hermila Galindo y Carmen Serdán, impulsores de los ideales revolucionarios de democracia, igualdad y justicia. Asimismo, que las efigies de Francisco I. Madero, Hermila Galindo y Carmen Serdán están acompañadas de una imagen de una locomotora, principal medio de transporte de los revolucionarios.
Hermosillo, Sonora, 18 de marzo de 2021