Hermosillo, Sonora, 6 de mayo de 2023.
Cuando cayó la noche, el ejército francés recibió órdenes de ataque. Enseguida avanzó a paso firme, pero a tientas y agazapado entre la oscuridad, con el plan de tomar por asalto el Fuerte de Loreto, situado en la cima de un cerro poblano, pero toparon con pared y les salió el tiro por la culata, con un costo de 700 bajas entre muertos y heridos, además de una estampida desenfrenada de soldados, que tras el fracaso no quedó más que ordenar retirada.
Era de madrugada, como las tres de la mañana; se oían pasos en la azotea. Entonces el general Ignacio Zaragoza, joven militar de 33 años de edad, tenía la encomienda de defender el cuartel de su mando; o sea, la integridad de la Patria.
Consecuente con su patriótica misión, llamó a sus soldados y reunidos a primera hora del día 5 de mayo, en el mero corazón del Fuerte de Loreto, habló con voz de mando, acento épico y moralista: dijo que era la hora de la madre Patria, que ella veía en ellos sus primeros hijos y en cada uno un saldado había dado, luego entonces todos estaban llamados a defenderla con fervor patrio.
Para matizar mi interpretación, una tanto apologética, por cierto, comparto textualmente la arenga que el propio general Zaragoza soltó a sus connacionales subalternos, según evidencias documentales:
“Soldados, os habéis portado como héroes combatiendo por la Reforma. Vuestros esfuerzos han sido siempre coronados por el éxito. Hoy vais a pelear por un objeto sagrado, vais a pelear por la Patria y yo os prometo que en la presente jornada conquistaréis un día de gloria. Vuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero vosotros sois los primeros hijos de México. Soldados, leo en vuestras frentes la victoria y la fe. ¡Viva la independencia nacional! ¡Viva la patria!”.
Más que cañones, pólvora, fusiles, soldados e instrucción militar, el ejército mexicano, que no era más que un cuerpo de 2000 elementos y 2500 campesinos, tenía soldados de buen corazón y sentimientos patrios, afinidad liberal y una firme lealtad al presidente Benito Juárez, que era ejemplo vivo en la lucha contra la invasión de las fuerzas francesas, por lo que se pusieron de su lado sin titubeo.
A eso de las nueve de la mañana, mismo día 5 de mayo, un cañonazo enemigo desató la digna rabia de los mexicanos, que con el general Zaragoza al frente y el respaldo de Porfirio Díaz, Miguel Negrete e Ignacio Mejía, entre otros mandos, sin dejar de lado la tropa, iniciaron la heroica defensa de la Patria a tambor batiente.
Tras nueve horas de disparos, luchas encarnizadas, cuerpo a cuerpo, machetazos y alaridos dramáticos de ambos bandos; cuerpos desvanecidos y perforados, sangrados y tasajados, unos heridos graves, otros sin vida, el mismo general Zaragoza detuvo el combate en señal de triunfo.
Luego de cantar victoria, poco antes de las 18:00 horas, despachó un telegrama al ministro de guerra, con atención al presidente Juárez, quien luego de leerlo atento soltó con júbilo una expresión de alivio; no era para menos pues miren lo que el general Zaragoza puso en conocimiento de superior jerárquico:
“Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe (que) no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros”.
Finalmente, no puedo pasar por alto que en esta célebre batalla, los conservadores dieron la espalda a la Patria, haciendo alianza con el ejército francés, lo que desde entonces los pinta de pies a cabeza, como sujetos apátridas, egoístas que no ven más allá de sus narices, de sus mezquinos intereses económicos y de partido, aunque por fortuna no faltan las excepciones, como el histórico general Miguel Negrete, quien defendió con ahínco la causa republicana, la bandera mexicana, pues para él antes que el programa partidista estaba el bienestar de la digna Patria, como se constata en una celebre expresión suya: “Yo tengo Patria antes que partido”.
Por último, cabe hacer votos porque este 5 de mayo, aniversario número 161 de la memorable Batalla de Puebla, no haya sido un día más de asueto, de pausa escolar, sino también una oportunidad más para refrescar la memoria, fortalecer el pensamiento y la cultura cívica e histórica, que en suma propicia diálogo, comunidad y conciencia de pertenencia, cuyas lecciones fecundas y experiencias ejemplares favorecen el fortalecimiento de la autoestima y moralidad de nuestro pueblo, que encuentran en ellas una fuente de conocimientos, inspiración y ejemplos virtuosos.
¡5 DE MAYO NO SEL OLVIDA!
¡VIVA LA BATALLA DE PUEBLA!
¡POR EL BIEN DE LA PATRIA, PRIMERO LA MEMORIA HISTÓRICA!
Nota: El autor es Subsecretario de Educación Básica de la SEC en Sonora.