Por Ricardo Aragón Pérez / [email protected]
Hermosillo, Sonora, 02 de noviembre de 2024
La conmemoración del bicentenario de la Constitución de 1824 marcó la pauta para la realización de un panel en el Congreso del Estado. Con la venia e intervención de la diputada estatal Eduwiges Espinoza Tapia el evento se llevó a cabo el miércoles pasado, con el acompañamiento de la diputada Rebeca Silva y el diputado Prospero Valenzuela. También hizo acto de presencia el profesor Cesar Adalberto Zalazar López, diputado presidente de la Comisión de Educación y Cultura de la LXIV Legislatura de Sonora.
No está demás decir que, con su presencia, las y los diputados ponen de manifiesto su interés por la memoria histórica, por el conocimiento de los hechos pasados y alientan además la continuidad de eventos similares; más tratándose de sucesos, experiencias y saberes que constituyen puntos de partida de la formación del México contemporáneo y de la cuarta transformación en marcha.
En su intervención como moderadora, la diputada Vicky Espinoza destacó la importación de conmemorar el aniversario 200 de la Constitución de 1824, porque ésta es como el acta de nacimiento de nuestra Patria. Su promulgación representó el triunfo del ala más progresista de los insurgentes, que pugnaba por una independencia plena y soñaba con un gobierno federalista, en el que el poder no se concentrara en una sola persona y se fundamentara en la determinación del pueblo.
En seguida, tomaron la palabra los panelistas Daniel Barrientos, de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos; René Córdova, de la Sociedad Sonorense de Historia y Ricardo Aragón, de la Sección 28 del SNTE.
En su turno, el licenciado Barrientos habló de los documentos jurídicos previos, entre ellos: la Constitución de Cádiz de 1812 y la de Apatzingán de 1814, ambas fuentes fecundas en las que abrevaron los legisladores artífices de la histórica Carta Magna de 1824.
En su exposición, remarcó los conflictos ideológicos y políticos entre los legisladores del Congreso Constituyente, quienes se dividieron en dos bloques francamente rivales, denominados centralistas y federalistas, cuyo desenlace favoreció al segundo bloque político, autor de la referida Constitución que sentó las bases de la Primera Transformación de la vida política y social mexicana.
A su vez, el historiador René Córdova examinó la composición de congresistas. Entre ellos, identificó a tres representantes de Sonora; mencionó especialmente al diputado Manuel Martínez de la Vea, quien era un político adinerado y de buen corazón, que liberó a dos esclavos suyos, conforme a los principios de libertad y justicia social, ambos cimientos de la abolición de la esclavitud desde tiempos del cura Hidalgo, quien declaró su abolición en noviembre de 1910.
Relató que nuestro estado nació con la citada Constitución, cuyo artículo quinto determinó su formación, uniendo las provincias de Sonora y Sinaloa bajo el nombre de Estado de Occidente, con capital en El Fuerte, Sinaloa. Pero las disputas y los enconos por el control gubernamental, más la debilidad de su gobernanza, derivada de la gran extensión territorial, con escasa población y mala comunicación, además de la inseguridad y escasez de ingresos, determinaron su separación, dando lugar al nacimiento de dos estados independientes, a principios de la década 1830.
En mi exposición, hablé de la trascendencia del artículo 50 constitucional, piedra angular de la educación pública mexicana, el cual delegó en el Congreso Federal la responsabilidad de “promover la ilustración”, mediante el establecimiento de centros de educación superior, como colegios de ingenieros, por ejemplo.
Entonces era una prioridad nacional contar con profesionistas en los ramos de marina, artillería e ingeniería. Como nunca se requería de ellos, para la seguridad marítima, el tráfico marino y la construcción o compostura de caminos, canales, puertos y aduanas, devastados por la guerra de independencia, incluyendo familias, capitales, minas, comercio, campos de siembra e infraestructura.
Por otra parte, señalé el poco, por no decir nulo, interés que se advierte en la Constitución referida, respecto al arreglo y fomento de la educación básica. El artículo respectivo, no hace ninguna mención específica en ese sentido, lo que hace pensar que las autoridades de la federación se desatendieron por completo de la primera enseñanza, pese al analfabetismo abrumador con que el país daba sus primeros pasos en modo independiente.
En sintonía con la inmaculada vocación federalista, el artículo 50 reconocía el derecho de cada legislatura de organizar y fomentar por cuenta propia la educación pública en sus respectivas entidades federativas, lo que planteó el complejo desafío de llevar escuelas gratuitas a todos los pueblos, para inculcarles esencialmente una cultura alineada a la nueva república, en la que respetar la Carta Magna y obedecer al gobierno civil cobraron una relevancia inédita.
Si bien la Constitución de 1824 representó un esfuerzo encomiable para la primera transformación de la educación mexicana, debe remarcarse que su aplicación práctica se estrelló con múltiples e insalvables desafíos, heredados del régimen colonial, entre ellos la falta de escuelas, maestros y presupuesto, más los agravantes de resistencias, asonadas, boicots y refriegas armadas nacionales y extranjeras, lo que, en suma, hizo de su pretendida propagación de la educación pública, una ficción, una utopía anhelada, pero inalcanzable, al menos hasta la primera mitad del siglo XIX.