Por Ricardo Aragón Pérez / [email protected]
Hermosillo, Sonora, 21 de diciembre de 2024
¿Sabía que la de maestras y maestros es una de las profesiones humanistas de más larga data?
De acuerdo con estudios de historiografía educativa, la profesión docente tiene en su haber una larga trayectoria al servicio de la niñez en edad escolar, con un vasto acervo de experiencias y saberes pedagógicos, que en casi medio milenio de existencia, 423 años, para ser preciso, ha hecho de esa profesión un cuerpo especializado y fecundo, de gran trascendencia social, por cierto.
Pero debemos subrayar que, en su largo andar como misioneros de escuelas rurales y urbanas, predicando con el alfabeto y los números, no siempre han transitaron por terrenos llanos y lugares habitables.
Contrario a eso, los escollos no han sido pocos y nunca han faltan los caminos sinuosos, entre ellos la incomprensión social, el poco reconocimiento y las precariedades laborales; pero pese a todo, el magisterio siempre ha actuado según sus circunstancias históricas.
Respecto a su origen, está documentado que esa profesión tiene mucho que ver con el surgimiento de los pueblos de indios, que surgieron a raíz del régimen colonial, cuyas cajas de comunidad, asignaban una partida para gastos de escuela y pagos de maestros.
En esa época, se puso en boga la creación de los llamados gremios de oficios, cuya autorización previa facilitaba la creación de asociaciones de personas, que en su calidad de maestros, aprendices o auxiliares adjuntos, desarrollaban actividades especializadas semejantes, como la de sastre, zapatero, fabricante de velas o “escuelante”.
Para eso, era imprescindible que las autoridades imperiales hicieran público su consentimiento, mediante la expedición formal de ordenanzas específicas, con las que reglamentaban con precisión el funcionamiento de los gremios en servicio.
Está documentado que, hacia el año de 1601, entró en vigor una real ordenanza que dispuso establecer El Gremio de Maestros del Nobilísimo Arte de Primeras Letras, con sede en la antigua ciudad de México, cuya corporación magisterial, a mi modo de ver, fue como la matriz o invención de la profesión docente, piedra angular de la enseñanza escolarizada.
En consecuencia, toda persona que deseaba dedicarse a la docencia, debía ser miembro de El Gremio de Maestros del Nobilísimo Arte de Primeras Letras, cuyo núcleo directivo tenía la exclusividad de otorgar licencias para dirigir y enseñar en escuelas primarias, regenteadas por el mismo Gremio de Maestro.