Por Ricardo Aragón Pérez / [email protected]
Hermosillo, Sonora, 26 de octubre de 2024
Mucho se ha escrito y hablado sobre los jefes revolucionarios. Sabemos de sus motivaciones, adherencias, batallas y cualidades bélicas; en tanto de las y los subalternos, como los elementos de tropa y las mujeres, sabemos menos, aunque hay estudios que dan de luz sobre su militancia.
Pero de los niños revolucionarios casi no se ha documentado nada; es más lo que ignoramos que lo que sabemos de ellos en relación con de la lucha armada, pese a que los bandos rivales contaban con niños adherentes y defensores de la causa respectiva.
José Monroy era todavía un niño. Apenas rasguñaba el umbral de la adolescencia. Con apenas 13 años, ya estaba metido a fondo en la lucha armada. Se enroló en las campañas militares y se le vio ataviado como soldado, con fusil en manos y demás pertrechos asociados, defendido la bandera del bloque villista, en una lucha a muerte contra el bloque carrancista.
José andaba armado hasta los dientes. Portaba cartucheras por todo su pequeño cuerpo, unas atravesaban su pecho, otra rodeaba su cintura, con hartas municiones de calibre nada amigable. Traía consigo un arma de fuego larga, tipo carabina. Era tan larga que casi llegaba a los hombros, pero parecía manejarla con suficiente familiaridad.
Vestía pantalón y camisa de campaña, cuyas piezas arremangaba un tanto, porque las tallas estaban sobradas, puestos que estaban diseñadas para soldados adultos. Pero extrañamente no portaba sombrero y ni calzado, por lo que lucía el cabello desacomodado y ambos pies descalzos.
Mauricio Sánchez también era un niño villista. Luchaba del mismo lado de José, pero tenía un año mayor que él. Parecían almas gemelas: ambos eran esbeltos, similares en estatura e intrepidez, con una apariencia típica de soldado revolucionarios. Pero a diferencia de José, Mauricio cubría su cabeza con un sombrero de ala ancha, al estilo norteño y cargado hacia el lado izquierdo. Además, calzaba huaraches de una correa.
Al parecer ambos menores de edad, operaron en los campos de batalla de la región Guaymas y Empalme, territorio donde el gobernador villista, José María Maytorena, tenía su dominio, cuyas haciendas de su propiedad concentraba cientos de jornaleros; algunos de ellos ocupaban un tiempo en el campo y otro lo usaban en la lucha armada.
En la imagen fotográfica, se muestra de pies a cabeza a los dos niños villistas, quienes son presentados como soldados mexicanos. Fue tomada en Guaymas, con fecha 10 de agosto de 1915, cuando villistas y carrancistas se enfrentaban a muerte.