Por Ricardo Aragón Pérez / [email protected]
Hermosillo, Sonora, 29 de enero de 2025
En enero de 1918, Raúl Escalante, un plebe oriundo de Sinaloa, huérfano de padre muerto en la revolución y sobreviviente a la vez de la lucha armada, a la que sirvió algunos años como soldado carrancista, escribió una carta muy conmovedora al gobernador de Sonora, en la que, luego de platicarle de la muerte de sus padres y del desamparo en que quedó, solicitó encarecidamente la intervención del mandatario estatal, a fin “de autorizar mi ingreso a la Escuela para varones Cruz Gálvez”, para aprender algún oficio en beneficio propio y “me haga persona útil a la sociedad”, remarcaba el joven soldado carrancista.
Raúl era hijo único y tenía algo de escuela. Nació en Sinaloa, hacía el año de 1900, en un contexto familiar marcado por la pobreza, sin bienes de ningún género. Su madre, doña Pomposa R. de Escalante, era ama de casa y sufría de achaques irremediables, hasta que, en 1912, uno de los males acabó con su sufrida vida.
Su padre, Ángel Escalante, era un don nadie, pero tenía inquietudes revolucionarias y abrazaba naturalmente las ideas de cambio. En 1910, se fue a la bola maderista y, con arma en manos, defendió a Madero hasta el triunfo. Posteriormente, volvió a las armas, para combatir a las fuerzas de Victoriano Huerta, pero en 1913 murió en combate, en un punto llamado San José de las Rosas, Sinaloa, como consta en las declaraciones del general Juan Carrasco, jefe de la Brigada Carrasco, con sede en Mazatlán, quien dio fe del deceso de don Ángel Escalante, que entonces ostentaba el grado de Capitán Constitucionalista, cuyos correligionarios aseguraban que el capitán Escalante “prestó muy buenos servicios a la causa Constitucionalista”.
El niño Raúl tenía escuela de revolucionario. Abrevó en las lecciones prácticas de su padre y aprendió de él a luchar con arma en manos contra los malos gobiernos de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta. Imbuido de esa pedagogía ejemplar, Raúl, con apenas unos 12 años, se levantó en armas en su estado natal y se le vio echando balas bajo las órdenes del jefe carrancista Juan Carrasco, a quien sirvió varios años como soldado.
Luego del triunfo de la revolución constitucionalista, Raúl, huérfano de madre y padre, sin ningún oficio ni bienes de subsistencia, se propuso como proyecto de vida estudiar en una escuela técnica y aprender un oficio, para ganarse la vida con el sudor de su frente. Entonces, supo de la escuela de Artes y Oficios “Cruz Gálvez” de Hermosillo y, tras el deseo de conseguir una oportunidad de estudio, dirigió una carta al gobernador, suplicándole “se sirva hacerme el favor, autorizando mi ingreso a la Escuela referida”.
A los pocos días, el gobernador mostró su empatía e instruyó a secretario de gobierno para que notificara al director del plantel, profesor Luis Villareal, que su superior jerárquico acordó “se sirva usted inscribir como alumno de este establecimiento a su cargo al niño Raúl Escalante al presentarse en ese plantel”.
Lamentablemente el sueño de Raúl Escalante, de dominar un oficio, ser útil a la sociedad y ganarse la vida honradamente, no se pudo materializar, dado que unos meses después de iniciar sus estudios en la escuela de Artes y Oficios “Cruz Gálvez “enfermó de fiebre tifoidea”, cuya mal acabó con su vida en 11 días, pese a las atenciones del personal de enfermería de la misma escuela.
El 23 de mayo de 1918, la oficina del gobernador firmó acuse de recibido del oficio número 277, en el que el mismo director Villareal enteraba al gobernador Cesario Soriano del fallecimiento del alumno Raúl Escalante, quien “el día de hoy (mayo 23) a las 10:30 am. murió en el Hospital Militar y fue sepultado, por cuenta de la Escuela, en el panteón municipal”.