Por Ricardo Aragón Pérez / [email protected]
Magisterio en Línea, Hermosillo, 26.10.2025
A pesar de las complejas limitaciones del sistema, además de los perjuicios heredados de la pandemia y las presiones de los cada vez más diversos y demandantes alumnos, un importante porcentaje de maestras y maestros no se echan para atrás y no pocos dicen sentirse satisfechos con su trabajo docente.
Ayer conocí fortuitamente en el hospital de especialidades (ISSSTE) a un joven profesor rural de enseñanza primaria, con más de una década de servicio, que es un periodo suficiente de maduración y consolidación de la carrera docente.
Trabaja en una comunidad vecina de Quechehueca, ubicada al sur del estado, con una población escasa, pero rica en pobreza y en privaciones de todo género.
Enseña y dirige una escuela multigrado, que son las que tienen más carencias y obtienen resultados menos satisfactorios, con algunas decenas de niños pobres, en su mayoría no tienen más que el apoyo de sus maestros y, a lo sumo, un par de maestros bajo su tutela técnica.
Unos y otros sacan el trabajo diario como Dios les da a entender, pues algunos colegas suyos han confesado no estar seguros de que sus prácticas de enseñanza van en sintonía con los cánones del modelo curricular de la Nueva Escuela Mexicana.
Su plaza formal es de profesor de grupo, pero también desempeña la función directiva, lo que implica una carga de trabajo adicional y una responsabilidad de alto impacto, pues no sólo debe responder por los resultados académicos y administrativos, sino también por la gobernanza e incidencias asociadas a su comunidad escolar.
A cambio de sus faenas directivas, no recibe ninguna remuneración compensatoria, nada de que a trabajo desarrollado, trabaja remunerado; “ni las gracias me dan mis autoridades”, dijo el mismo director en un tono irónico, pero eso sí, abundó: “están sobre uno exigiendo que llene formatos y formatos”, cuya utilidad, en cuanto a retroalimentación, se antoja dudosa, creo yo.
Se le ve de buen verbo. Por sus copiosas palabras, el tono y los ademanes percibo una baja valoración hacia sus superiores jerárquicos y no veo en él ningún asomo de confianza hacia ellos respecto a conducción, dominio y acompañamiento técnico. Contrario a esos, se ve notablemente satisfecho respecto a su relación con los alumnos y las familias de la comunidad que alberga su centro de trabajo.
Aquí cabe recordar que la buena relación escuela- comunidad es un factor que motiva al magisterio, favorece el estado de ánimo positivo y propicia las buenas prácticas docentes, entre otros beneficios ya documentados por la investigación educativa.
A modo de ejemplo, un estudio sobre la educación desde la perspectiva docente, encontró que el 90 por ciento de los maestros a escala global dijeron estar muy satisfechos con su labor pedagógica. Aseguraron que el hecho de sentirse apreciados y valorados positivamente por la sociedad aumenta su compromiso y entrega a la educación de sus pupilos.
Por último, llama la atención que mi interlocutor de ocasión no expresó ninguna inconformidad del servicio médico, que dejara entrever alguna incidencia negativa en su compromiso laboral, pese a la dura travesía, trámites burocráticos, demoras, desvelos, hambreadas y gastos de traslado, lo que hace pensar en los déficits y pendientes del servicio médico público, para hacer de él una prestación más digna, a la altura del digno magisterio.








