Por Ricardo Aragón Pérez / [email protected]
Magisterio en Línea, Hermosillo, 09.11.2025
El mismo día de la trágica muerte del héroe de Nacozari, pero 118 años después, la Escuela Primaria “Loreto Encinas de Avilés” de Guaymas dio su último suspiro, luego de haber servido a la niñez porteña por más de un siglo, 135 años para ser más preciso.
Poco después de iniciar su fase terminal, con profunda pena, una profesora cercana al plantel me dio la fatídica noticia y mandó a la vez un escalofriante video, que muestra una máquina demoliendo con su brazo de acero el edificio escolar, morada de Loreto, remanso de la niñez y baúl también de tantas historias de vida por saber.
Según testimonios de maestras, las autoridades educativas determinaron que el edificio escolar ya “no reunía los requisitos de seguridad para seguir operando”, lo que hace pensar que representaba un alto riesgo para la comunidad educativa, cuyos expertos involucrados probablemente dictaminaron el fin de su vida útil.
Si bien semejante demolición se antoja, a bote pronto, como un buen paso, una acción sensata y oportuna, más cuando se proyecta construir un nuevo edificio, no deja de exhibir un lado crítico, el desinterés y la desidia de las sucesivas autoridades involucradas, que lejos de haber velado por su protección y conservación lo dejaron caer, sin un plan de atención preventiva, de mantenimiento y rehabilitación a tiempo.
Dar tristeza y coraje a la vez saber que instancias de gobierno, cuyos funcionarios deben proteger, sostener y salvaguardar el patrimonio material educativo, sean sus propios sepultureros. ¡Ah cómo cala la pérdida de ese edificio emblema!
Por último, es menester alzar la voz y exigir a las autoridades competentes no dejar caer los inmuebles históricos, que a la cuenta de ya presenten e implementar un plan de acciones que garanticen la perpetuación y la no repetición de tumbar los edificios emblemáticos, que aún están de pie como gigantes de la histórica tradición educativa sonorense.








