Por Ricardo Aragón Pérez / [email protected]
Un día como hoy, 28 de septiembre, pero del año 1821, tuvo lugar en la ciudad capital de México la solemne proclamación de la independencia mexicana, luego de que un selecto grupo de la clase política se abocó a elaborar el Acta de Independencia, en la que consignó la determinación de los heroicos hijos de la patria mexicana de erigirla como nación soberana e independiente de España, “con quien, en lo sucesivo, no mantendrá otra unión que la de una amistad estrecha”, dejando así como cosa del pasado 300 años de dominio colonial, en los que la corona española y sus autoridades subalternas no hicieron más que ultrajar, saquear y sepultar los bienes culturales y materiales de los pueblos precolombinos.
El 28 de septiembre de 1821, marcó un hito transcendente en la historia política mexicana, debido a la formación del México independiente, cuya matriz fue el “Acta de Independencia del Imperio Mexicano”, proclamada esa misma fecha por una Junta Soberana compuesta de poco más de 30 integrantes, entre ellos Juan José Espinoza de los Monteros, vocal secretario de esa instancia, quien tuvo la encomienda de redactarla en los términos siguientes:
“La Nación Mexicana que, por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido. Los heroicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados y está consumada la empresa… está en libertad de constituirse del modo que más convenga a su felicidad… declara solemnemente, por medio de la Junta Suprema del Imperio, que es Nación Soberana e independiente de la antigua España……. que va a constituirse con arreglo a las bases que en el Plan de Iguala y Tratado de Córdoba que estableció sabiamente el primer Jefe del Ejército Imperial de las Tres Garantías”.
Ese fue el momentos cumbre, definitorio de la lucha independentista, que iniciaron los célebres curas Hidalgo y Morelos, ambos apóstoles de la independencia, seguidos por otros insurgentes correligionarios, incluyendo algunas irreverentes e intrépidas mujeres, entre ellas Josefa Domínguez, Leona Vicario y la Güera Rodríguez, quienes arriesgaron sus vidas, hicieron esfuerzos heroicos y concertaciones memorables, con lo que ayudaron a coronar a la patria, tras once años de guerras sangrientas, cuyos daños fueron de gran calado, pero a pesar de eso muchos estaban felices, entre ellos más de 60 000 capitalinos que colmaron calles y plaza para ovacionar a las fuerzas triunfantes de Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, de modo tal que un testigo ocular, don Lucas Alamán, calificó ese momento como el más feliz de la historia mexicana.
Finalmente, no debo pasar por alto la inquietud y desacuerdo de mi parte, por el hecho de no conmemorar la proclamación del Acta de Independencia Mexicana, como sí se conmemoran otros hechos propios del mes patrio, no obstante su trascendencia histórica, y que fue como un alumbramiento sublime, en el que la patria soberana e independiente vio su primera luz, lo que a mi modo pensar, también es motivo de celebración cívica, aunque otros pasen de noche ese suceso.
Hermosillo, Sonora, 28 de septiembre de 2024