Hermosillo, Sonora, 3 de agosto de 2023
La Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) abrió fuego de nueva cuenta contra los libros de textos escolares, mediante una de sus estrategias de guerra blanda, el recurso de amparo interpuesto en juzgados a modo, con la intención de impedir que los libros lleguen a tiempo a las escuelas y generar desconcierto, zozobra y hasta animadversión social.
En mi opinión, hoy como ayer, se trata de una lucha marrullera y leguleya, basada en un alegato fundamentalista, intolerante y anacrónico, que atenta contra uno de los componentes esenciales del patrimonio educativo nacional, los libros de texto gratuitos, que tienen tras de sí una historia fecunda de más de seis décadas al servicio del pueblo.
Hecha a imagen y semejanza de la Santa Inquisición, la UNPF, en convenio con periodistas, académicos e intelectuales aliados, se ha propuesto echar abajo los nuevos libros de texto, sin más razón de fondo que no coincidir con la visión de sus dirigentes y correligionarios, con su ideología, creencias e interpretaciones conservadoras del mundo natural y social.
Todo eso, lleva a recordar el contexto, origen y las motivaciones de su creación. La UNPF se formó hace 107 años, justo en tiempos álgidos de la revolución triunfante, con una membresía antirrevolucionaria y militantes del extinto partido católico, con una mentalidad intolerante y vengativa, reacia al cambio político en marcha e intolerante a las ideas educativas contrarias a las suyas.
El mismo año de su creación (1917), se declaró en pie de guerra contra la Constitución política y llamó a sus huestes a defender su causa; o sea, boicotear a la Carta Magna. Entonces tomó como blanco de ataque el artículo tercero, que estipulaba con precisión el carácter laico de la educación básica y restringía además la intervención del clero o adherentes suyos en el ámbito educativo.
Por consiguiente, la UNPF puso el grito en el cielo, invocó e hizo montón con todas sus deidades celestiales y terrestres: políticos contrarrevolucionarios, intelectuales conservadores, padres de familia notables, caciques de viejo cuño y sacerdotes de medio pelo y del alto clero, con la finalidad de presionar al gobierno federal y obligarlo a deponer o dejar sin efecto el mandato constitucional, que tanta sangre y vidas había costado su consagración.
Pero su bandera y estrategia de lucha no pararon a ahí, ni limitó su causa en contra de la educación laica, de sus restricciones y de la rectoría escolar del Estado. Más adelante, se inconformó y luchó a muerte contra otros cambios educativos progresistas, como la educación racionalista y la coeducación, que abogaban por la organización de la escuela mixta; impugnó sus planes de estudio, la introducción de nuevas materias de enseñanza y el uso de libros de texto gratuitos, que privilegiaban el conocimiento científico, a contrapelo de dogmas y saberes tradicionales.
Hacia los años de 1930, UNPF protagonizó otra batalla en el campo educativo, tomando como estandarte y causa de lucha un proyecto pionero en materia de educación sexual, que la SEP se propuso desarrollar en escuelas de enseñanza básica, con el apoyo didáctico de un libro de texto diseñado exprofeso para esa revolucionaria y atrevida asignatura del saber humano.
Ni tarda ni perezosa, la UNPF llamó a sus adherentes, leales escuderos y recalcitrantes en extremo, a hacer otra guerra más contra la política educativa, impugnado la validez de los cambios en la organización de las escuelas, en sus contenidos programáticos y materiales de enseñanza, con argumentos parecidos a los de ahora, cargados de elementos ideológicos, especulaciones y descalificaciones, pero faltos de conocimientos técnicos, pedagógicos y disciplinarios.
Se quejaban de que los textos de educación sexual eran muy directos y demasiados explícitos, en cuanto a los órganos sexuales, la fecundación y desarrollo de las características sexuales de las y los educandos. Alegaba además que los maestros carecían de preparación adecuada, que había riesgos de abuso contra niños inocentes, por lo que amagaban a quienes hablaban de sexualidad en sus clases.
Por si esos prejuicios fueran pocos, la UNPF desenfundó otro argumento ideológico, semejante al que esgrimen sus actuales voceros; señaló que atrás de aquel modelo educativo había un plan perverso: “un complot comunista para destruir la estabilidad social y debilitar a la familia mexicana”.
Haciendo eco de especulaciones y demás sinrazones, en 1934, el alto clero de Guanajuato exhortó a sus feligreses a luchar contra la perniciosa educación sexual, y luego amagó con excomulgar a quienes cooperaran o mandaran a sus pupilos a la escuela pública, a recibir esas clases tan pecaminosas.
A más de un siglo de distancia, la Unión Nacional de Padres de Familia vuelve en un plan de guerra, defendiendo una bandera de lucha que pone en entredicho la validez de la política pública en materia educativa, que impugna una vez más los libros de texto gratuitos y se propone echarlos abajo, con argucias leguleyas y descalificaciones segadas, respaldadas por aliados de conductas y aptitudes dudosas, sin perfil docente, sin experiencia pedagógica ni solvencia ética.
¡VIVA LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS!
¡POR LA EDUCACIÓN AL SERVICIO DEL PUEBLO!
Nota: El autor es Subsecretario de Educación Básica de la SEC en Sonora.