Por Ricardo Aragón Pérez / [email protected]
Magisterio en Línea, Hermosillo, 30.11.2025
La “Escuela Normal para Maestros y Maestras”, con sede en la capital sonorense, fue creada a fines de 1915, por medio de un decreto estatal que el general Plutarco Elías Calles, en funciones de gobernador, promulgó los últimos de diciembre y, consecuentemente, ordenó su cumplimiento al pie de la letra.
Para eso, el jefe del Ejecutivo y su secretario de gobierno, licenciado Enrique Moreno, tomaron la iniciativa de estructurar un instrumento jurídico enfocado a promover y facilitar la preparación formal de maestras y maestros de enseñanza primaria, que era uno déficit histórico del sector educativo.
Consciente de que falta de maestros idóneos, con perfil de normalista, era uno de los factores primordiales que limitaban su plausible proyecto de expansión educativa, mandó establecer en Hermosillo una escuela de formación docente.
Dos días antes de navidad, el 23 de diciembre para ser exacto, como una suerte de regalo navideño, el general Calles dio al pueblo de Sonora una célebre noticia: la fundación de una Escuela Normal, cuyos gastos correrían por cuenta de su gobierno, lo que daba a las y los jóvenes, especialmente sin recursos, la posibilidad de estudiar para profesor sin desembolsar un solo centavo.
Por lo que hace al histórico decreto, llama la atención su lacónico contenido. Da la impresión de que no había tiempo que perder, por lo que no se extendió mucho; incluyó sólo seis artículos, cuatro de ellos delineaban las ideas y acciones esenciales, entre ellas la instrucción de establecer una Normal de organización mixta, para ambos géneros, y la definición del lugar donde prestaría sus servicios educativos, así como los requisitos para ingresar como alumno y la duración de los planes y programas de estudio, entre otras precisiones.
A manera de ejemplo, en su artículo primero, el decreto estipuló: “Queda establecida en la ciudad de Hermosillo una Escuela Normal para Maestros y Maestras”. Enseguida, el artículo dos precisó que la carrera de profesionistas de la educación “se hará en seis años y los graduados llevan el título de profesores de educación elemental y superior, que era como entonces dividían la enseñanza primaria, siendo la primera obligatoria y de cuatro años lectivos, en tanto la segunda era para hacer estudios posprimarios y comprendía dos ciclos más.
El artículo tres establecía las condiciones de ingreso, entre ellas la calidad de vida de las y los aspirantes a abrazar la carrera docente; debían comprobar que no eran portadores de enfermedades contagiosas ni adolecían de alguna discapacidad que limitara su función docente o diera pie a señalamientos malsanos.
Entre los requisitos prescritos, el mismo artículo requirió como grado académico la primaria superior terminada; o sea, seis años de estudio, y fijó la edad de 15 años arriba, además de observar una “conducta intachable”.
Adicionalmente, en el artículo cuarto, el gobierno estatal se comprometió a otorgar servicios de alojamiento y asistencia al estudiantado, mediante una dotación de más de una veintena de becas. Por consiguiente, el gobierno estatal, consigno dicho artículo, “dará 25 becas en el Internado anexo a la Normal”.
Para atraer más estudiantes y apoyarlos de principio al fin en sus estudios, las autoridades municipales debían poner su granito de arena, conforme las posibilidades de sus respectivos presupuestos de egresos, como se infiere del artículo cinco: “Los municipios, cuyas condiciones económicas lo permitan, deberán pensionar uno o más jóvenes”, que deseen abrazar la noble carrera de maestro de escuela.
Así, el gobierno emanado de la revolución triunfante dio a luz a la Escuela Normal del Estado, a primera de ese género, que llegó para quedarse, para hacer historia, misma que este próximo 23 de diciembre, seguramente estará de manteles blancos, conmemorando felizmente su 110 aniversario. Enhorabuena.








